Nuestra Historia

La fundación de Puerto Montt el 12 de febrero de 1853 coincidió con la llegada de los primeros colonos de habla alemana, la mayoría de ellos luteranos y en menor proporción católicos. Como estos últimos, en su nueva tierra se hallaban sin asistencia religiosa, no sólo por la escasez de sacerdotes sino por su idioma, Monseñor Francisco de Paula Solar, Obispo de la Diócesis de San Carlos de Ancud, solicitó al Padre Pedro Beckx, General de la Compañía de Jesús, la presencia de algunos sacerdotes alemanes, a fin de que pudieran atender a sus coterráneos. El Padre General accedió a la petición y envió a los Padres Teodoro Schwerter y Bernardo Engbert, quienes partieron desde Alemania acompañados del hermano José Schöber, arribando a las playas del naciente Puerto Montt el día 22 de marzo de 1859.

Estos jesuitas llegaron con un propósito que inspiraba todo su quehacer: evangelizar. Tarea que concretaban a través de la catequesis y de las misiones que emprendieron recorriendo con inmensas dificultades toda la zona desde Valdivia al sur. Al poco tiempo de haber arribado, se percataron de que la enseñanza era un instrumento fundamental para concretar el proyecto de mantener vivo el espíritu del Evangelio. Nace así la idea de crear la “Escuela San José”, en la que se pudiera entregar una formación católica a los hijos de colonos alemanes y chilenos. Lo que en un principio se vio como una labor menor, fue cobrando un gran impulso hasta convertirse en el quehacer prioritario de la Compañía de Jesús en esta zona. Por lo tanto, la Escuela San José abre sus puertas el 15 de abril de 1859, en lo que hoy es la Población Modelo, que en ese tiempo se encontraba a las afueras de la naciente ciudad de Puerto Montt.

Debido a la intensa labor llevada a cabo por la Escuela, el 27 de abril de 1882 se inauguró el nuevo colegio con el nombre de “San Francisco Javier”. Este nombre nace de la admiración que tenían los jesuitas alemanes por el afán apostólico y tenaz capacidad evangelizadora del santo patrono, algo que querían imitar los religiosos. En el año 1893 el Colegio se traslada a la calle Guillermo Gallardo, al costado de la iglesia San José de los Padres Jesuitas construida en 1872.

Para 1916 y 1917 se establecen el tercer y cuarto año de Humanidades (hoy primero y segundo año medio). En 1917 se inauguró un curso de comercio y contabilidad, que funcionó hasta 1930, a través del cual se formaron numerosos comerciantes y contadores que tuvieron gran influencia en la ciudad. En 1923 el Colegio cuenta con una matrícula de 203 alumnos. En 1949 se gradúa la primera promoción de sexto año de Humanidades (hoy cuarto año medio) y en el internado se recibió a muchos estudiantes de distintos lugares alejados de Puerto Montt. Para su centenario, el Colegio contaba ya con 700 alumnos.

En los últimos decenios el Colegio siguió creciendo en infraestructura y cantidad de alumnos. En agosto de 2011 se realizó el traslado a las dependencias de Pelluco Alto, las cuales se diseñaron con una fuerte presencia de espacios educativos que presentan visualmente las diversas áreas del conocimiento, pensados para facilitar procesos de aprendizaje activo. Con la presencia de las alumnas que se integraron el año 2008 a los niveles de playgroup y pre kínder se ha enriquecido la formación de nuestros estudiantes, consolidándose como un proceso de integración que culminará el año 2020 con el egreso de la primera generación mixta del colegio.

El 2016 asumió la dirección del Colegio Juan Pablo Varas Saavedra, primer rector laico, y el 2019 María Isabel Leichtle Werner, primera mujer en el cargo. Todo esto buscando una colaboración mayor entre jesuitas y laicos(as).

De esta forma el colegio ha seguido creciendo, llegando a alcanzar 1.500 estudiantes en la actualidad, tratando de ser un lugar abierto a la ciudad de Puerto Montt y a sus alrededores, buscando convocar a la comunidad a través de actividades religiosas, culturales, deportivas, de servicio y acción social, entre otras.

Fuentes Inspiradoras

Jesucristo es nuestra principal fuente de inspiración. Como la Buena Noticia del amor de Dios, nos interpela y nos anima a formar hombres y mujeres al servicio del mundo. Así, nuestra educación pretende responder al hecho de reconocernos como seres profundamente amados por Dios, lo que nos mueve a trabajar en la construcción de un entorno más amable y justo, formándonos para ello.

Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola nos ayudan a ordenar nuestras vidas en torno a Dios, con fundamento y propósito, lo que da sentido y dirección a nuestro modo de proceder. Esta experiencia espiritual fortalece nuestra convicción de que la persona es activa y libre para buscar la verdad, el bien y la belleza, para buscar a Dios que se manifiesta y llama en ellos. La persona es capaz de responder y progresar a partir de su situación particular, a través de su experiencia y su reflexión, en permanente interacción con otras personas.

Nuestro Paradigma Pedagógico Ignaciano, inspirado en la experiencia de los Ejercicios Espirituales, asume que las personas aprendemos en un contexto real a través de la experiencia y la reflexión sobre dicha experiencia. Movimiento que continúa en la acción transformadora, mediada permanentemente por una evaluación y posterior reinterpretación o modificación. Este enfoque pedagógico asume así que el centro del proceso de aprendizaje es la persona del estudiante, al cual hay que acompañar especialmente, pues será el sujeto de su propia formación a lo largo de su vida. Se persigue su excelencia humana y no solo intelectual y la realización personal de sí mismo. La Pedagogía Ignaciana es así el “modo nuestro de proceder” en educación. San Francisco Javier, nuestro patrono, misionero, amigo y compañero de San Ignacio de Loyola y Pedro Fabro, nos inspira en su amor por Jesucristo y su proyecto, a salir de las propias fronteras, ir donde otros no van y servir en donde haga falta. El mundo, nuestro país, la naturaleza y las personas son centrales para nuestro proyecto. Tenemos una visión optimista en la que nos sentimos llamados a ser un aporte a la construcción de una sociedad más democrática y más justa, a través del diálogo con la realidad. Nuestra historia enraizada en la vida y cultura de nuestra región nos anima a educar en comunidad, a aprender de nuestro entorno, así como a cuidar nuestra casa común y aprovechar la naturaleza y la ciudad como plataforma educativa..

1894 - 1905
Construcción de la torre del campanario e instalacion de campanas y puesta en marcha del reloj.
1917 - 1905
Funcionamiento de un curso de comercio, que implicó la formación de un gran número de contadores.
1944
El colegio adquiere la Isla de Chinquío para retiros y jornadas.
1949
Se inaugura el edificio del internado, que posteriormente fue ocupado por la administración, biblioteca y salas diversas. En este año egresa la primera generación de alumnos de Sexto Año de Humanidades.
1952 - 1954
Se construye el gimnasio del colegio.
1982
Se inaugura el pabellón de Enseñanza Media
1984 - 1985
Tras un incendio que afecta la Casa de Chinquío, en octubre de 1985 se inaugura la actual instalación.
1994 - 1998
Se construyen los camarines, las nuevas dependencias de administración, sala de profesores, sala de computación, laboratorio de inglés y el nuevo gimnasio.
1997
7 de octubre de 1997 se publicó en el Diario Oficial el Decreto No 975, de fecha 25 de septiembre de ese mismo año, que declara a este campanario Monumento Nacional.
2000 - 2002
Se construyen salas de inglés y además se habilitan las instalaciones de Pre-kinder y de profesores de Enseñanza Media. Asimismo, se realizan reparaciones en el pavimento de la Rectoría; se habilitan las nuevas oficinas, sala de proyecciones y hall de ingreso en pabellón de Enseñanza Media
2003 - 2004
Culmina la construcción de la Capilla básica, se renuevan los equipos de la sala y computación y termina la implementación informática en las bibliotecas.
2006 - 2009
Se compra el terreno en Pelluco Alto para la nueva ubicación del colegio, proyecta para el 2011 y se desarrollan arduos trabajos de ingeniería y arquitectura.