Desde 2019, el Colegio San Francisco Javier de Puerto Montt ha venido desarrollando un camino sostenido hacia la instalación de una cultura ambiental al interior de su comunidad educativa. El proceso comenzó con un diagnóstico participativo para identificar las prácticas de cuidado medioambiental ya presentes en el colegio. Aunque la pandemia interrumpió muchas dinámicas, no detuvo el compromiso por avanzar: en septiembre de ese mismo año se conformó una primera mesa de trabajo con apoderadas y apoderados, quienes impulsaron actividades en línea dirigidas a estudiantes y familias durante los meses de confinamiento.

A partir de 2021, comenzaron a consolidarse nuevas formas de participación, con la aparición de los primeros delegados ambientales entre los apoderados. En 2022, esta iniciativa se extendió también a los cursos, con estudiantes que asumieron un rol activo como representantes ambientales.

En 2023, el colegio asumió un nuevo desafío: participar en el proceso de Certificación Ambiental del Ministerio del Medio Ambiente, a través del Sistema Nacional de Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales (SNCAE). Para ello, se creó una mesa ambiental compuesta por educadores y estudiantes, que junto a la mesa de apoderados conforman el Consejo de la Casa Común, comité ambiental del colegio que toma su nombre de la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco. Este documento recuerda que la protección de nuestro entorno es un llamado urgente que requiere el esfuerzo conjunto de toda la familia humana.

Al respecto, Rallén Meniconi, coordinadora del Plan de Gestión y Educación Ambiental, ha diseñado experiencias educativas que visibilizan y fortalecen las acciones de cuidado ambiental ya existentes en el colegio. Entre estas se incluyen visitas estudiantiles a la planta de geotermia y a la estación de compostaje, así como la integración de temáticas ambientales en distintas asignaturas.

Una de las experiencias más significativas ha sido el proyecto “Nidos en la Mira”, que permitió a estudiantes observar de cerca el proceso de nidificación de una pareja de queltehues dentro del colegio. Esta iniciativa no solo fomentó el aprendizaje sobre biodiversidad local, sino que también integró el valor ignaciano del cuidado de la creación al quehacer pedagógico. Otras acciones destacadas han sido: La incorporación de rutinas de pensamiento ambiental en el aula, una salida a terreno al Parque Nacional Alerce Andino con delegados ambientales de 5° básico a I° medio, como parte de un taller organizado por la empresa Kyklos que acompaña al colegio en la implementación de su Plan de Reducción de Residuos y Cultura Ambiental.

La dimensión espiritual también ha sido clave en este camino. En los niveles superiores, cada semana se realiza una Oración de Acogida donde los estudiantes reflexionan sobre el cuidado de la Casa Común. Asimismo, actividades transversales como la Pausa Ignaciana permiten a toda la comunidad escolar evaluar y proponer nuevas formas de relación con el medioambiente desde su identidad institucional.

Fechas simbólicas como el Día de la Tierra han sido aprovechadas para promover el compromiso ecológico mediante gestos, campañas de sensibilización y participación activa de docentes y estudiantes.

Un pilar clave ha sido el documento Marco Ecológico – El Cuidado de Nuestra Casa Común, el cual ha servido de guía para orientar el trabajo ambiental en todos los estamentos del colegio. Este texto propone acciones y reflexiones que invitan a evaluar la gestión ecológica, resignificar lo ya existente y proyectar una cultura ambiental como una auténtica forma de proceder.

Integrar este marco desde la espiritualidad ignaciana ha permitido al colegio reconocer y fortalecer acciones sostenibles con un profundo sentido ético y comunitario. Esta experiencia, destacan desde la coordinación ambiental, puede y debiera ser replicada por otros colegios de la red jesuita, ya que no solo orienta el quehacer ambiental, sino que fortalece la identidad institucional y propone una forma concreta de responder a los desafíos ecológicos actuales desde la educación.

El camino recorrido confirma que avanzar en el cuidado de la Casa Común es posible cuando existe un compromiso comunitario, pedagógico y espiritual, orientado a una transformación profunda y sostenible del modo en que habitamos el mundo.